Crítica de MONIGOTES.
A sala llena. Por Emiliano Román
Dirección: Ayelen Rubio. Autor: Walter Carbonell. Asistencia y Coreografía: Mauro
Ibarra.
A sala llena. Por Emiliano Román
Dirección: Ayelen Rubio. Autor: Walter Carbonell. Asistencia y Coreografía: Mauro
Ibarra.
Como si se tratara de un cuento de ciencia ficción, la obra teatral Monigotes nos
traslada a un tiempo apocalíptico donde la civilización parece haber quedado en ruinas,
solo hay vestigios de algunos objetos materiales y dos personajes,perdidos, aislados, refugiados, a los cuales ya casi
nada les queda, ni siquiera el lenguaje verbal.(...) Allí la puesta sabe reflejar muy bien el temor, la amenaza y
desconfianza que representa lo ajeno y especular como objeto rival. (...)
traslada a un tiempo apocalíptico donde la civilización parece haber quedado en ruinas,
solo hay vestigios de algunos objetos materiales y dos personajes,perdidos, aislados, refugiados, a los cuales ya casi
nada les queda, ni siquiera el lenguaje verbal.(...) Allí la puesta sabe reflejar muy bien el temor, la amenaza y
desconfianza que representa lo ajeno y especular como objeto rival. (...)
Para ello la directora Ayelén Rubio, se vale de una puesta en escena muy acorde; una escenografía que incluye una
estructura de dos pisos, como metáfora de una arquitectura en ruinas pero un símbolo de cómo se dan algunas
relaciones humanas. Un juegos de luces que sabe transmitir el climax preciso de lo que se vivencia en el escenario y
las sólidas actuaciones de sus intérpretes, Dalma Portero y Gustavo Pérez Lindo, quienes con oficio logran encarnar
el abanico de afectos que atraviesan sus personajes sin apelar a la palabra hablada, claro que no es necesario porque
el lenguaje teatral desborda por toda la obra, a través de la escenografía, el vestuario, y los detalles actorales muy
minuciosos por medio de gestos, exclamaciones, miradas, juegos y coreografías. Todo eso dice mucho más
de lo que se podría llegar a verbalizar.(...) Estamos ante un relato atrapante, que prescinde de clichés y lugares
comunes, que con una amplia gama de recursos teatrales logra ofrecer una experiencia intensa, movilizadora donde
el espectador debe ser activo y creador de sentidos ante una realidad hostil, oscura y opresora que metaforiza
muy bien de modo apocalíptico como se dan los vínculos humanos en épocas actuales donde el consumo (del otro),
es el paradigma de las relaciones interpersonales. VER ARTÍCULO
estructura de dos pisos, como metáfora de una arquitectura en ruinas pero un símbolo de cómo se dan algunas
relaciones humanas. Un juegos de luces que sabe transmitir el climax preciso de lo que se vivencia en el escenario y
las sólidas actuaciones de sus intérpretes, Dalma Portero y Gustavo Pérez Lindo, quienes con oficio logran encarnar
el abanico de afectos que atraviesan sus personajes sin apelar a la palabra hablada, claro que no es necesario porque
el lenguaje teatral desborda por toda la obra, a través de la escenografía, el vestuario, y los detalles actorales muy
minuciosos por medio de gestos, exclamaciones, miradas, juegos y coreografías. Todo eso dice mucho más
de lo que se podría llegar a verbalizar.(...) Estamos ante un relato atrapante, que prescinde de clichés y lugares
comunes, que con una amplia gama de recursos teatrales logra ofrecer una experiencia intensa, movilizadora donde
el espectador debe ser activo y creador de sentidos ante una realidad hostil, oscura y opresora que metaforiza
muy bien de modo apocalíptico como se dan los vínculos humanos en épocas actuales donde el consumo (del otro),
es el paradigma de las relaciones interpersonales. VER ARTÍCULO
Muy Buena. Una obra sobre el ejercicio de escalar posiciones en el ámbito laboral. A cualquier costo. Perder la salud, perder un amor, perder la alegría, todo por triunfar en la competencia. Visto así parece tan claro y sin embargo hay tantas justificaciones para el que transita por esa situación.
Cuatro dúos y cuatro miradas sobre la realidad. Hombre y mujer los encargados de la seguridad miran todo desde otro lugar y es el lugar que yo elegiría, miran la guerra, la batalla incruenta pero terrible, como quien ve un televisor, sin angustia y ayudan a enhebrar la historia.
Reemplazando a Martín Orellano , Mariano Legaspi en el papel del caballero de seguridad, excelente, lo remarco porque hace dos semanas que está en ese rol y si no me lo dicen jamás lo hubiera pensado, un genio.
El resto son enfrentamientos y se dan en otro lugar, una especie de cuadrilátero con cintas en el que dos personajes se enfrentan y los otros sujetan las cintas a modo de postes….sentados en bancos. Buenas actuaciones y, en general se proyecta una tensión interesante en cada enfrentamiento.
La dirección, manejo de luces y puesta en general, todo muy bueno.
María Inés Senabre
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Martes, noviembre 08, 2011
Push up 1-3 de Roland Schimmelpfennig
La acentuada individualización que conocemos actualmente no es, de ninguna manera, signo de la liberación del sujeto que encuentra en los recursos propios los medios para una gestión autónoma de su existencia. (Le Breton, 1995:164)
Del prolífico dramaturgo alemán, cuyas obras de teatro han sido muchas veces traducidas a varios idiomas, Push up 1-3 fue estrenada en el 2001 en Berlín. “Push up” significa literalmente empujar hacia arriba, y este es el clima que alcanza la propuesta de Gastón Czmuch (...) Por un lado, el espacio lúdico es construido por los personajes – Angélica y Sabina, Patricia y Roberto, Enrique y Juan - que en una carrera por el éxito profesional se enfrentan como gallos de riña, por alcanzar a cualquier precio poder dentro de la dicha jerarquía: la Dirección o la Junta Directiva o la Representación en el exterior o… Los seis actores con profesionalismo van construyendo dentro del cuadrilátero que ellos mismos construyen con sus cuerpos, los tres binomios en conflicto. En el centro del mismo, entre los diálogos intensos se intercalan con fluidez los miedos y las angustias de cada personaje, mientras su partenaire queda “suspendido” en penumbras. La acción dramática adquiere un ritmo frenético como lo es la lucha por tener una imagen exitosa, cierto status y el reconocimiento profesional (...) Push up 1-3 es una propuesta estética de la globalización, donde todo el grupo de profesionales del ámbito teatral son como las piezas de un puzzle que dan forma a un hecho espectáculo totalmente acabado, sin fisuras.
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TEATRAL |
Push-up 1-3 de Roland Schimmelpfenning
Por Alejandra Hidalgo
30 de octubre de 2011
Obra del joven dramaturgo alemán Roland Schimmelpfenning, es una reflexión sobre las disputas que se originan en la lucha por el poder dentro de una gran empresa, donde la ambición por alcanzar el éxito profesional hace que éste valga más que la vida misma. Llegar a la meta a cualquier precio: esa es la consigna. Las disputas laborales se entremezclan con los problemas personales, excediendo el propio ámbito de trabajo, creando un clima ríspido y por demás dramático (...)
Diálogos tensos y densos entre cada par de personajes enfrentados para después completar su historia solos frente al espectador, como la de la empleada modelo: pulcra, responsable, ambiciosa, encarnada por Ayelén Rubio, que luego de su pelea con otra mujer- su superior jerárquico- a cargo de Marigela Ginard, provoca un momento de honda emoción, mostrando su sufrimiento, soledad y vulnerabilidad.
Una escenografía por demás mínima conformada por el cuadrilátero y las sillas en cada esquina, y en un extremo el escritorio del personal de seguridad; junto con un cuidado uso de la iluminación, logran ese clima de aspereza y angustia donde la atención confluye tanto en las palabras dichas como las que se dejan entrever.
Muy buena dirección de Gastón Czmuch, el cual logra un parejo trabajo en equipo.
CALIFICACIÓN:
30 de octubre de 2011
Obra del joven dramaturgo alemán Roland Schimmelpfenning, es una reflexión sobre las disputas que se originan en la lucha por el poder dentro de una gran empresa, donde la ambición por alcanzar el éxito profesional hace que éste valga más que la vida misma. Llegar a la meta a cualquier precio: esa es la consigna. Las disputas laborales se entremezclan con los problemas personales, excediendo el propio ámbito de trabajo, creando un clima ríspido y por demás dramático (...)
Diálogos tensos y densos entre cada par de personajes enfrentados para después completar su historia solos frente al espectador, como la de la empleada modelo: pulcra, responsable, ambiciosa, encarnada por Ayelén Rubio, que luego de su pelea con otra mujer- su superior jerárquico- a cargo de Marigela Ginard, provoca un momento de honda emoción, mostrando su sufrimiento, soledad y vulnerabilidad.
Una escenografía por demás mínima conformada por el cuadrilátero y las sillas en cada esquina, y en un extremo el escritorio del personal de seguridad; junto con un cuidado uso de la iluminación, logran ese clima de aspereza y angustia donde la atención confluye tanto en las palabras dichas como las que se dejan entrever.
Muy buena dirección de Gastón Czmuch, el cual logra un parejo trabajo en equipo.
CALIFICACIÓN:
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El Aura Cultural
24 de Octubre de 2011
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Martes 3 de agosto de 2010 |
"Los viajes de Gulliver": mucho más que una aventura
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El próximo domingo habrá una función gratuita de “Los Viajes de Gulliver”
en la sala Ginastera del Teatro Argentino
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TEATRO-CRITICA
Por IRENE BIANCHI
La obra que le aseguró la fama literaria al escritor irlandés Jonathan Swift (Dublin, 1667-1745), fue indudablemente su novela "Los Viajes de Gulliver" (1726). (...)
Swift relata los cuatro viajes sucesivos del Capitán de barco y cirujano Lemuel Gulliver a Lilliput, un país de hombres diminutos; a Brobdingnang, un país de gigantes; a una isla voladora, y finalmente a Houyhnhnms, un país gobernado por caballos.
En la versión musical de Gastón Marioni, Gulliver cae en un pesado sueño, en el que revive situaciones que cree haber atravesado durante un naufragio. Necesita recordar lo vivido para volcarlo en su libro de viajes y compartirlo con quien quiera leerlo.
Este espectáculo no parece estar concebido para niños muy pequeños, salvo la visita al país de los liliputienses, escena muy ingeniosamente resuelta con muñecos manejados por los actores. El resto requiere una capacidad de abstracción, decodificación e interpretación, que se condice más con el nivel de maduración de un chico de 7 u 8 años en adelante.
Los actores-bailarines son sumamente dúctiles, y se multiplican en variados roles, haciendo gala de precisión y versatilidad. El vestuario y la escenografía son funcionales y atractivos para concebir ambientaciones y personajes tan diversos y cambiantes.
La música y los efectos de sonido acompañan el devenir de la acción, subrayando los climas contrastantes que propone el relato.
Si bien la puesta de luces es sumamente sofisticada, hay apagones y escenas en penumbras demasiado prolongadas, que desconectan la atención del espectador.
Marioni, a diferencia de aquellos primeros lectores de la novela de Swift, subraya el contenido ético de la obra, su carácter de denuncia, como para que padres e hijos, a la salida, dialoguen sobre ciertas cuestiones (intolerancia, discriminación, abuso de poder, corrupción) que-hoy como ayer- afectan la vida en sociedad.
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26 de Mayo de 2000 | ![]() |
"FATUM": NEGRO CUENTO DE HADAS. |
"Fatum", de Estefanía Amoresano, por el Grupo Teatral "El Sabbat", integrado por: Ayelén Rubio, Javier Cardini, Lucas Unanúa, Silvina Marcoval, Elena Siritto, Julián Arenas, Martín Lara, Florencia Baraboglia, Ernestina Garay, María Pérez Güimil, Natalia Forcada y Natalia Martínez. Canto en off: Silvina Marcoval. Diseño de vestuario: María Pérez Güimil y Javier Cardini. Realización: Julio Fernández Spill. Diseño de escenografía y utilería: Martín Lara. Realización: Miguel Amoresano y Martín Lara. Máscaras: Flavia D'Elía. Dirección coral y arreglos vocales: Laura Giménez y Ernestina Garay. Asistencia de Dirección: Natalia Martínez. Coordinación artística: Javier Cardini. Dirección y puesta en escena: Estefanía Amoresano. Espacio Teatral del Juglar, calle 59 entre 12 y 13.
Para definirla de alguna manera, "Fatum" es un cuento de hadas. Pero a no confundirse. Porque uno tiende a asociar la palabra "hada" con seres luminosos y bienhechores. ¿Cómo no recordar al Hada Madrina de la pobre y explotada Cenicienta que, varita mágica en mano, logra convertir una calabaza en carroza, un par de ratones famélicos en briosos corceles, y unos harapos mugrientos en un vestido digno de una princesa? Pero, ojo: también hay de las otras...
Recurrimos al diccionario etimológico y nos desasnamos: "hada", del latín "fata": diosa popular de los destinos; ser fantástico que se representaba bajo la forma de mujer dotada de poder sobrenatural. "Fatum": hado, destino ("fate", destino en inglés).
La trama: el auto de Laura (Ayelén Rubio) sufre un desperfecto y la deja varada en la carretera, cuando se dirigía a visitar a unos amigos. La joven deambula por ese paraje desolado, envuelta en las más absoluta oscuridad. A pesar de haber pasado por allí muchas veces, nada le resulta familiar. Es como si, al bajar del auto, Laura se hubiese internado en una dimensión desconocida, en un plano espacial y temporal que no tiene ningún punto de contacto con la realidad.
De pronto, divisa una vieja casona. Momentáneamente aliviada, decide pedir ayuda. Seguramente, le permitirán usar el teléfono. La dueña de casa le da la bienvenida. Se presenta: su nombre es Niamh (Florencia Baraboglia), y vive ahí con sus tres hijas: Gwyllion (Ernestina Garay), Marga (María Pérez Güimil) y Bebel (Natalia Forcada). Las cuatro mujeres tienen un aspecto muy extraño, casi siniestro: enfundadas en largos ropajes negros, pálidas, enigmáticas, su cordialidad y hospitalidad inicial va transmutándose paulatinamente en una actitud hostil y amenazadora.
Laura no tarda en sentirse prisionera de esa casa oscura, cerrada a piedra y lodo, como un ataúd. Todo huele a trampa, a celada, a densa pesadilla de la que la muchacha no logra despertar. ¿Será éste el precio que debe pagar por haber atentado contra su propia vida? Dicen que los suicidas tienen experiencias aterradoras una vez que el espíritu deja el cuerpo, muy diferentes del sentimiento de paz, dicha y luz que envuelve a aquellos que mueren por causas naturales.
Como si esto fuera poco, aparece un quinto personaje: Annis (Natalia Martínez), una bruja hecha y derecha, amiga de la anfitriona, cuyo objetivo parece ser apurar el "sacrificio". Recordemos que las brujas eran mujeres que, según la superstición popular, tenían poderes sobrenaturales o mágicos, emanados de un pacto con el diablo. Sus tareas más frecuentes eran la adivinación, la dirección de rituales, y la ejecución de sacrificios humanos y de animales.
Tal la síntesis argumental del texto de Amoresano, quien -en el programa de mano- confiesa haberse inspirado en el "Libro de Hadas" de Brian Froud y Alan Lee y en la mitología celta. La atmósfera definidamente gótica de la historia nos recuerda los mejores relatos de terror y misterio de Edgar Allan Poe, y es uno de los mayores logros de la puesta. Ese clima ominoso, de constante peligro y acechanza se sostiene del principio al fin. Todo parece una ceremonia, un ritual oscuro, un juego perverso.
La interpretación actoral es homogénea, intensa y convincente. Los cánticos suenan bellos y estremecedores (la voz de Ernestina Garay es un dechado de virtuosismo). Las escenas que se ven a contraluz detrás de una pantalla -muy potentes e impactantes- constituyen un sugestivo e ingenioso recurso visual. Muy sofisticados tanto el maquillaje como el vestuario. Los relatos en off completan y dan continuidad a la historia. La puesta tiene ritmo, a pesar de los reiterados apagones. Los complicados y sincronizados desplazamientos evidencian mucho ensayo.
El deambular de los "personajes de blanco" en el foyer, antes de la función, no aportan gran cosa a la totalidad del espectáculo, el cual resulta un poco largo y merecería una discreta "podada", lo que redundaría en su beneficio.
Una vez terminada la obra, los espectadores pueden espiar la gestación del hecho artístico recorriendo la galería de arte en la que se ven bocetos, fotos, textos y demás material, que revelan el "backstage".
"FATUM": inquietante aquelarre, sólo para valientes.
Para definirla de alguna manera, "Fatum" es un cuento de hadas. Pero a no confundirse. Porque uno tiende a asociar la palabra "hada" con seres luminosos y bienhechores. ¿Cómo no recordar al Hada Madrina de la pobre y explotada Cenicienta que, varita mágica en mano, logra convertir una calabaza en carroza, un par de ratones famélicos en briosos corceles, y unos harapos mugrientos en un vestido digno de una princesa? Pero, ojo: también hay de las otras...
Recurrimos al diccionario etimológico y nos desasnamos: "hada", del latín "fata": diosa popular de los destinos; ser fantástico que se representaba bajo la forma de mujer dotada de poder sobrenatural. "Fatum": hado, destino ("fate", destino en inglés).
La trama: el auto de Laura (Ayelén Rubio) sufre un desperfecto y la deja varada en la carretera, cuando se dirigía a visitar a unos amigos. La joven deambula por ese paraje desolado, envuelta en las más absoluta oscuridad. A pesar de haber pasado por allí muchas veces, nada le resulta familiar. Es como si, al bajar del auto, Laura se hubiese internado en una dimensión desconocida, en un plano espacial y temporal que no tiene ningún punto de contacto con la realidad.
De pronto, divisa una vieja casona. Momentáneamente aliviada, decide pedir ayuda. Seguramente, le permitirán usar el teléfono. La dueña de casa le da la bienvenida. Se presenta: su nombre es Niamh (Florencia Baraboglia), y vive ahí con sus tres hijas: Gwyllion (Ernestina Garay), Marga (María Pérez Güimil) y Bebel (Natalia Forcada). Las cuatro mujeres tienen un aspecto muy extraño, casi siniestro: enfundadas en largos ropajes negros, pálidas, enigmáticas, su cordialidad y hospitalidad inicial va transmutándose paulatinamente en una actitud hostil y amenazadora.
Laura no tarda en sentirse prisionera de esa casa oscura, cerrada a piedra y lodo, como un ataúd. Todo huele a trampa, a celada, a densa pesadilla de la que la muchacha no logra despertar. ¿Será éste el precio que debe pagar por haber atentado contra su propia vida? Dicen que los suicidas tienen experiencias aterradoras una vez que el espíritu deja el cuerpo, muy diferentes del sentimiento de paz, dicha y luz que envuelve a aquellos que mueren por causas naturales.
Como si esto fuera poco, aparece un quinto personaje: Annis (Natalia Martínez), una bruja hecha y derecha, amiga de la anfitriona, cuyo objetivo parece ser apurar el "sacrificio". Recordemos que las brujas eran mujeres que, según la superstición popular, tenían poderes sobrenaturales o mágicos, emanados de un pacto con el diablo. Sus tareas más frecuentes eran la adivinación, la dirección de rituales, y la ejecución de sacrificios humanos y de animales.
Tal la síntesis argumental del texto de Amoresano, quien -en el programa de mano- confiesa haberse inspirado en el "Libro de Hadas" de Brian Froud y Alan Lee y en la mitología celta. La atmósfera definidamente gótica de la historia nos recuerda los mejores relatos de terror y misterio de Edgar Allan Poe, y es uno de los mayores logros de la puesta. Ese clima ominoso, de constante peligro y acechanza se sostiene del principio al fin. Todo parece una ceremonia, un ritual oscuro, un juego perverso.
La interpretación actoral es homogénea, intensa y convincente. Los cánticos suenan bellos y estremecedores (la voz de Ernestina Garay es un dechado de virtuosismo). Las escenas que se ven a contraluz detrás de una pantalla -muy potentes e impactantes- constituyen un sugestivo e ingenioso recurso visual. Muy sofisticados tanto el maquillaje como el vestuario. Los relatos en off completan y dan continuidad a la historia. La puesta tiene ritmo, a pesar de los reiterados apagones. Los complicados y sincronizados desplazamientos evidencian mucho ensayo.
El deambular de los "personajes de blanco" en el foyer, antes de la función, no aportan gran cosa a la totalidad del espectáculo, el cual resulta un poco largo y merecería una discreta "podada", lo que redundaría en su beneficio.
Una vez terminada la obra, los espectadores pueden espiar la gestación del hecho artístico recorriendo la galería de arte en la que se ven bocetos, fotos, textos y demás material, que revelan el "backstage".
"FATUM": inquietante aquelarre, sólo para valientes.
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2º Festival Internacional de Teatro y Danza |